sábado, mayo 24, 2008

Un Grito Desesperado... En Chapala

Todo comenzó cuando Alex, el Wero y el Wevas se unieron a un grupo religioso (no se si era una secta) llamado los aleluyos, fue un tiempo donde los tres se daban de latigazos en la espalda por haber dicho una grosería, iban al templo diario y se bañaban con agua bendita. Pero no todo era tan malo, Alex se hizo una novia dentro de ese grupo.

A partir de ahí es donde comienza la verdadera historia; resulta que la ex-novia de Alex tiene mucha solvencia económica (no como la mía, pero se acerca) y los padres de esa dichosa señorita tenían (o tienen) una casa en Chapala, se aproximaba el 15 de Septiembre la cual es una fecha para ingerir mucho alcohol. Los “aleluyos” tenían planeado dar el grito en esa casa de Chapala. Todos estaban invitados, excepto los no-aleluyos y dentro de ese grupo nos encontrábamos algunos miembros de la bardita, para ser específico, José, Yuval y Yo, se preguntarán ¿Como es que fuimos si no estábamos invitados? La respuesta es sencilla: El Wero. Sí, el wero nos invitó, ya saben que a él no se le da eso de invitar personas a fiestas que no son suyas, gracias Wero.

Era 14 de Septiembre y todos partieron desde temprano, nosotros (Yuval, José y Yo) salimos después porque José trabajaba ese día, nos fuimos en el Cavalier, que después pasó a ser Cavalif (siendo antes el Cavalie) y después fue “el carro volador” (pero, esa es otra historia), que por cierto el carro estaba fallando, pero ese no fue pretexto y salimos rumbo a nuestro destino: Chapala.

Todo pintaba para ser un excelente viaje, pasamos a comprar cervezas en un expendio de Rafael Sanzio, porque no podíamos llegar con las manos vacías, además queríamos pistear en el camino. Íbamos preparados con todo, teníamos música (muy buena por cierto), pisto, cigarros, nada faltaba excepto un lugar donde dormir (chan chan chan).

Llegamos a Chapala antes de que cayera el sol, hasta nos dimos el lujo de bajarnos en el malecón a caminar, de hecho el verdadero motivo de esa escala era bajarnos a hacer del baño porque todavía no encontrábamos la casa, llegamos donde antes estaban los embarcaderos, que ahora solo hay escaleras que bajan a la tierra, el lugar perfecto para orinar sin que nadie te vea, Yuval nuestro “guía” bajó primero y comentó, “no bajen más porque aquí la gente viene a cagar”, claro que él ya estaba hasta abajo haciendo angelitos en la arena, así que José y yo decidimos hacer desde las escaleras, terminamos y subimos de nuevo al malecón, pero cual fue nuestra sorpresa que cuando Yuval subió tenía su chancla llena “lodo” (véase “Te vendo un pato y pásame el resistol. El viaje que no fue mi viaje” en mochileros primera parte.), las risas no se hicieron esperar, obvio no eran risas de Yuval. Se limpio su chancla, sin dejar de hacer los panchos que todos le conocemos y volvimos al carro para seguir en la búsqueda de la casa.

Antes de llegar a la casa veníamos diciéndole al José que no pisteara tan rápido, que se la llevara tranquila, porque íbamos a una casa ajena y no queríamos incomodar en lo más mínimo.

Después de darle dos vueltas a todo Chapala por fin dimos con la casa, llegamos a tierra prometida…

Bajamos del carro con la hielera, la metimos a la cocina, y ahora sí a disfrutar de la calidez humana que solo los aleluyos pueden dar (fue sarcasmo).

En vista de lo “bien recibidos” que fuimos en la casa optamos por no molestar a nadie e irnos a sentar afuera, en una banca muy cómoda, sacamos nuestras cervezas y nos dedicamos a lo que mejor sabemos hacer, pistear.

El tiempo trascurría y nosotros seguíamos pisteando, esperando a que algún aleluyo nos dijera “pasen, ustedes son bienvenidos”, claro que eso nunca sucedió, pero en cambio el buen Wevas se unió a nosotros. De Alex y del Wero no se sabia nada, por fin después de unas cuantas horas salió Alex y nos vio con cara de sorprendido, era obvio porque él nunca nos invitó, sin saber bien que hacer se sentó con nosotros, minutos después salió la dueña de sus quincenas con una cara de pocos amigos y lo regañó enfrente de todos nosotros. Alex intento disimular la situación diciéndole “Yola, ellos son mis amigos” claro que a Yola no le causó mucha gracia tener a tres colados en su bella casa así que solo se limito a decir “Ah hola” y se metió. Minutos (segundos) después Alex también se metió, creo que fue la ultima vez que lo vi.

Se preguntaran ¿Dónde estaba el Wero? Nosotros también nos preguntábamos lo mismo puesto que el fue el que nos invito. Nos enteramos de que estaba encerrado en un cuarto con una señorita, quiero hacer mención de que el Wero presumía que esa mujer era una modelo y que estaba como quería, hay de gustos a gustos, pero la verdad es que esa modelo parecía hombre, y un hombre feo. Es por eso que fue bautizada en la bardita como “El Vato”.

Pasaban las horas y seguíamos los tres sentados en la misma banca, en ocasiones el Wevas se unía a nosotros y después se iba a convivir con los Aleluyos. No recuerdo la hora, pero se que ya era de noche cuando llegaron el Cholo y Gris, dentro de mí sentí un alivio, porque yo pensé que ellos también venían de colados hasta que recordé que el Cholo era cuñado de “Yola”, pero en fin ellos nos iban a hacer compañía y así fue.

Lo sorprendente de todo es que, José para esta hora ya debería de haber estado en un nivel etílico bastante elevado (o sea bien pedo), pero para la sorpresa de todos estaba bastante sobrio, nos alegramos de eso.

La noche llegó a su fin, todos se empezaron a ir a dormir hasta que nos quedamos solos y alguien cerró la puerta principal, nos quedamos solos y afuera, en ese momento mi disgusto había crecido exponencialmente (un chingo) y comencé a maldecir a todos los que estaban dentro de esa casa (sí, a todos), Yuval y José intentaron calmarme sin ningún éxito porque dentro de mi seguía maldiciendo a todos. Decidimos dormir en el carro, donde tuvimos una platica sobre los Aleluyos, claro que yo era el mas ardilla de los tres, pero en fin ya estábamos ahí y teníamos que resignarnos.

Era una noche lluviosa y no podía dormir porque tenia la ventana abierta y me estaba callendo agua y estaba bastante incomodo, pero por fin lo había logrado, me dormí, no por mucho tiempo porque Yuval nos despertó con un grito desesperado: “¡Ya a la chingada!”…

Continuara…

Emmanuel

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues dejenme decirles que yo tmb fui un Aleluya y de alguna manera acepto que el hecho haber sido uno de ellos me alejó de la bardita. Perdonen por el desafane, lo compensaré con chelas. Pero eso si, yo nunca los hubiera dejado dormir afuera aunque no fuera mi casa jaja.

COmpa dijo...

de igual manera yo era denominado Jesu-Carlos y me besaban la mano haciendo mofa de mi entusiasta manera de predicar el evangelio tipo Flanders... buenisima la manera de relatar a "El Vato"... y creo que aun falta la mejor parte...

Salu2

Carlos

Yuval Ochoa dijo...

Mira muher, deja de levantarme falsos.
Para empezar, el carro ya lo habia chocado antes de ir a chapala, por eso andaba fallando... eso es todo